Add parallel Print Page Options

Me descubrieron los guardias
que hacían ronda en la ciudad:
“¿Han visto ustedes
al amor de mi vida?”.
Y a poco de pasarlos
hallé al amor de mi vida;
lo agarré y no lo solté
hasta meterlo en casa de mi madre,
en la alcoba de la que me engendró.

Amado

Júrenme, muchachas de Jerusalén,
por las gacelas y ciervas del campo,
que no despertarán ni turbarán
al amor hasta que él quiera.

Read full chapter